jueves, 19 de abril de 2018

La silla vacía

Imagen: Claudia Méndez Cordero


El luto se ha afincado detrás de sus ojos quitándole la luz que los caracterizaba. A ella, la llorona, no se le cae siquiera una lágrima escuálida. Ya no sabe llorar.

El dolor que la tritura por dentro —por fin puede comprenderlo— no se debe a la falta física, sino a algo más profundo y complejo.

Pararse junto a una silla vacía donde nadie se ha sentado es percibir el vacío en toda su completitud. Eso fue su familia: un asiento desocupado, un manual de normas indiscutibles o de reproches y después un grupo de fantasmas, de aquellos que se llevan adentro de por vida.

Vuelve sobre el mismo pensamiento: su duelo no es porque no están más y se quedó sola, sino por la carencia del afecto y su manifestación en los minúsculos gestos cotidianos. Saberse apreciada y valorada por lo que es y no por lo que hubiera debido ser.

Achicó su mundo; tomó el tamaño de una naranja y cabía en su bolso. Pero cómo pesaba. Cuánto tiempo herido y sin cauterizar.

En el aliento titubeante de las horas, que reptan como gusanos perdidos, mira la silla vacía: una imagen gestáltica* muy adecuada.

Se le ocurre que quizás ella deba sentarse y así librarse de las figuras espectrales que siempre la asedian, incluso cuando cree haberlas olvidado.

Sentarse y ocupar su lugar y no ponerse en el lugar de los otros, como hizo en tantas oportunidades con escasos resultados. Ocupar el lugar que, a su vez, dejó vacío. El lugar  que cedió por esa vocación pacifista y que ahora le suena a cobardía, aunque sabe que cualquier confrontación hubiera sido inútil. En esa casa todo era blanco o negro. Los sentimientos y necesidades humanos, en cambio, tienen miles de matices.

Por eso se fue en cuanto pudo, sin embargo, se llevó a cuestas la silla vacía. De pie la miraba y le dolía su vacuidad, probablemente desde su matiz de niña ignorada o de mujer orgullosa que se creía autosuficiente.

Ahora va a doblar sus rodillas y se sentará. Llegó el momento de apaciguar nostalgias de algo que nunca hubo.





* Gestalt: es una corriente psicológica humanista que trabaja mucho con la "silla vacía", una técnica terapéutica para aliviar y cerrar etapas de duelo.



©  Mirella S.   — 2018 —