miércoles, 28 de enero de 2015

Fábulavideo




En cuanto el sol hacía su primer guiño detrás de las colinas, ella iba a caminar por el bosque.
Tenía dos misiones: recolectar semillas y curar con la palabra, algo extraño en ella, que casi nunca hablaba.
Las palabras eran sagradas. Había que utilizarlas con sabiduría, podían confundir o lacerar como puñales. También eran semillas.
Los del pueblo la miraban pasar, murmuraban “pobre loca” y reían.
Pero ella cobijaba en la palma de la mano un pájaro con el ala herida y pronunciaba frases breves, sanadoras. El corazón del pájaro se aquietaba y abría el pico en un canto de gratitud.
Pálida como el amanecer, frágil como una caléndula, lo alimentaba con un puñado de alpiste y lo devolvía al cielo.
No curaba a los hombres ni a las mujeres, estaban demasiado llenos de palabras. Si a los niños pequeños. Ellos estaban aún incontaminados.
Iba poco al pueblo en el valle, prefería quedarse en las laderas arboladas, buscando palabras viejas y semillas nuevas.

Es un microrrelato que publiqué cuando abrí el blog
y que ahora convertí en un video... para despertar al niño interior.


lunes, 12 de enero de 2015

Despojo




El que en la hora secreta
esculpe tu forma inconclusa
con hachazos desparejos,
inclementes,
sabe dar en el blanco
y siega las anémonas
de tu pubis.

El viento sisea entre los muslos
se vuelve tormenta,
te asedia las rodillas
apretadas en un ruego vano.

Escapás sin irte.

Para quien te devora y te bebe
en la noche de novilunio desfarolada,
sólo sos un despojo,
apenas los restos de un naufragio.

 ©  Mirella S.   — 2015 —

Acrílico de Emma Uber 

martes, 6 de enero de 2015

Reflejos




No me entusiasma verme al mirarte y que me devuelvas tantas caras diferentes, muchas extrañas, según los días, el ánimo, la luz.
También la luz: la de invierno me favorece, sobre todo si es frontal; la de verano sólo en los amaneceres color ópalo y la del otoño en la hora humilde del crepúsculo.
En primavera apenas te miro. Sólo atisbos momentáneos y parciales para delinear los ojos o darle un toque de brillo a los labios. Para peinarme casi ni te uso: los rulos no responden a ningún criterio estético, sólo a su propia rebeldía. Y esa actitud de no mirarte, bastante pueril, lo admito, debe ser porque la primavera simboliza el inicio del ciclo de la vida y yo me alejo año tras año de ese tiempo.
Es difícil compaginar un espíritu fervoroso con un cuerpo a veces extenuado por dolores y limitaciones, que me tocaron prematuramente, ya desde la infancia.
Además de la luz estacional —o según las horas del día— en mí hay que tener en cuenta los estados emocionales, siempre fluctuantes como la luna.
Ahí aparecen las expresiones. La más habitual es la que luce una mansa melancolía, entonces en vos veo facciones que se están cansando. Pero ni te cuento en los instantes en que el pecho se angosta, la respiración parece que faltara y te pregunto: quién es esa bruja de labios apretados y ojos tormentosos.
Sin embargo, en los ratos en que una alegría inesperada me lame como una ola, esos mismos ojos se vuelven rutilantes y la sonrisa se apropia de toda la cara. O cuando ensayo los gestos de serenidad para tranquilizar al afuera, te miro y me gusta lo que veo, sé que también soy esa otra. 
Si tengo que llorar no te miro, porque esa es a la que más temo, es la que muestra el dolor profundo del alma; y para qué verlo, es suficiente con sentirlo.

©  Mirella S.   — 2011 —


Imágenes sacadas de la Web