miércoles, 6 de agosto de 2014

La sombra






Bailo. A mis espaldas la sombra me acompaña bajo un sol desaforado.

La música tañe su ritmo, impregna la atmósfera oleosa y gotas saladas se escurren por mi piel. La sombra, en cambio, está seca y danza conmigo, ensayando movimientos sigilosos de marioneta.

Bailo con los pies descalzos que azotan el suelo y buscan el frescor de las baldosas. Ella se me arrima, copia la coreografía que improviso. Quiero que se vaya, pero medra con el sol que declina, se estira y me precede, en el deseo de liderar el baile.

Levanto un pie y la aplasto con fuerza, aprovechando el tam-tam de un tamboril candombero. Cuando intento despegar el talón del piso, no puedo: dedos largos, penumbrosos, trepan por mi empeine.

Con el pie libre procuro soltarme. Sin embargo, ella ha desarrollado rizomas que, como grilletes, me sujetan los tobillos.


Debo balancearme según sus designios, me dirige, zarandea. En la música que enlentece, soy tan sombra como ella.



©  Mirella S.   — 2014 —