Encender el pabilo de la vela con aroma a
vainilla; ver como el fuego pequeño alterna entre la oscilación y la quietud;
como tiembla y luego se estira igual que el cuerpo de una niña cuando
despierta.
Bea no se pregunta el motivo de esa vela
fragante, tarde tras tarde, en un ángulo de la ventana, al resguardo de vientos
maliciosos. Ella no es creyente, no va a la iglesia, cuyo campanario se
destaca, colina abajo, por encima de los techos de pizarra gris. Sin embargo,
intuye que ese acto repetido, esa ceremonia, contiene una plegaria. Tampoco
sabe a quién la dirige.
La ventana está orientada hacia el oeste y ahora
el sol desciende entre los pechos de dos colinas. Llegó el momento. En el
instante preciso en que la moneda de oro parece caer en el escote de tierra,
Bea enciende la vela.
Lo ha hecho durante toda la semana. Este
atardecer se queda de pie, mirando hacia afuera, hasta que el cielo es solo un
estupor pálido. En la arboleda se oye un batir de alas, el grito de un ave.
Ella permanece alerta, la frente húmeda, espera el regreso de ese pájaro
blanco, el que la impulsó a encender la vela por siete crepúsculos. Un pájaro
claro como la aurora, como su Paloma, gestada en su útero, regalo de un esperma
azaroso.
Cucurrucucú, Cucurrucucú, Paloma… La canción de
su infancia se le va formando en los labios. Paloma: el inicio y el fin de
todo. El hilo conductor que unía, puntada tras puntada, su vida. Hasta aquel
día, cuando alguien la enjauló y se la llevó.
A Paloma la recuerda sin recordarla, siempre
está allí, en el centro de la somnolencia que ciñe sus horas. Ese sopor permite
que el tiempo por delante sea más vivible. Bea frunce el ceño, arrastra con los
dedos la humedad de la frente en un intento por acordarse de la letra. De niña
se la había oído cantar a su madre, cuando la pena por la muerte de su hombre, le
había agotado las lágrimas. Bea nunca se la cantó a Paloma, para qué hablar de
tristezas del pasado, de su infancia en soledad, con algún beso ocasional,
impregnado de un gusto salobre. Ella aún tenía entre sus brazos esa carne
adamascada, llena de hoyuelos y risas, como el agua que juega entre los
guijarros. Para qué contaminarla.
Bea presiona con el pulgar y el índice los
párpados, un gesto surgido de la decepción, de remover inútilmente la hojarasca
de la memoria. Debajo de la hojarasca solo hay terrones secos y duros, como una
lápida. Vuelve a recordar a su madre, de a poco va recobrando las palabras de
la canción; sin embargo de Paloma no ha quedado más que un vacío sin rasgos ni
voces. Intenta reconstruirla a fuerza de anhelos, de minúsculas escenas en las
que depositó impresiones, que ya no sabe si son reales.
En otro tiempo, a esta hora, le preparaba la
cena: las verduras de la huerta absorbiendo el caldo nutritivo y el puñado de
frutas secas de postre. Eso lo recuerda; también recuerda el vestidito rojo,
como las cerezas del verano, que llevaba la última vez. Paloma corriendo por el
jardín, la piel blanca, el vestido una nube crepuscular danzando en la brisa.
Pero no puede recordar ni su boca ni sus ojos, de los que ha perdido hasta el
color.
La letra surge, con errores, mezclada, y el
canto de Bea quiebra la oscuridad. Después de tanto tiempo ha pronunciado en
voz alta el nombre de Paloma.
Se acerca a la vela que arde mansamente. Es hora
de apagarla, el ave blanca tampoco vendrá esta noche. Su mano traza un arabesco
en el aire y se detiene. La dejará encendida, para que se consuma entera y se
convierta en un montoncito de cera fría.
© Mirella S.
—Mayo 2013—
Precioso relato, los recuerdos se enmarañan y no siempre son nitidos. Un abrazo
ResponderEliminarLos grandes dolores llevan a que se busque el ovido, que termina siendo también otra forma de dolor.
EliminarGracias Ester y un abrazo fuerte.
No me queda claro si la hija de Bea murió, o ese "alguien la enjauló y se la llevó" implica un rapto, un robo, una desaparición, pero la cuestión es que una madre no olvida, e invoca el espíritu de su hija a través de un ritual diario, lo que me lleva de nuevo a la muerte.
ResponderEliminarTampoco importa demasiado porque veo el asunto más como una prosa poética que como un relato de cabos atados. La primera parte con la descripción del tiempo y lugar del rito, es absolutamente poética.
La letra de la canción como que me sobra ahí, porque es tan conocida que con el título ya sabemos todos qué está cantando Bea.
Emotivo y muy hermoso texto, Mirellísima.
Namasté.
Morg, me pareció que por el tipo de estructura del relato, no era necesario aclarar qué había pasado con la hija, que bastaba mencionar que la había perdido, sin entrar en detalles.
EliminarEs verdad, agregarle la letra de la canción estaba de más, ya se la saqué.
Me alegra y estimula saber que te gustó, porque ahora estoy escribiendo más en esta línea y tenía mis dudas.
Un abracísimo.
me resultó una mezcla absolutamente sensorial
ResponderEliminarentre lo descriptivo y lo poético
felicitaciones Mirella
cuando asistí al taller de literatura se daba mucho este tipo de trabajos
donde la prosa y la narrativa se potencian y se combinan
y me parece que es cosa del autor hacer sobresalir más uno que otro
pero que en ningún caso , sea algo impropio, todo lo contrario
la mayoría de los autores juegan entre los polos de la creación literaria
buena jornada
abrazos
Elisa, como le comentaba a Morgana, últimamente estóy escribiendo menos relatos que tengan una historia más definida, que conducen a un desenlace y busco más imágenes que reflejen el mundo interior del personaje.
Eliminar¿Será porque estoy leyendo más poesía en los blogs amigos y me estoy contagiando?
Un abrazo y gracias por tu visita.
Mirella melancólica historia de recuerdos y olvidas, de esa Paloma que como tantas tardes no vuelve, de soledades.
ResponderEliminarBesos,
Sau, estoy muy agradecida de tu paso por el nido y por las palabras amables que siempre me vas dejando.
EliminarBesos, también.
Tus historias van siempre con una tremenda poesía llevando el relato. No sé si tremenda será la justa palabra, pero es la que se me ocurre en este momento.
ResponderEliminarHermoso texto Mirella, conmueve porque nos va metiendo en la mente de esa madre y nos hace vivir su dolor, ese que los años no han podido calmar.
mariarosa
Esto de la prosa poética es una tendencia más reciente, que me gusta y voy explorando, ya que soy una buscadora incansable de nuevas expresiones.
EliminarGracias Mariarosa por tus comentarios tan positivos.
Un fuerte abrazo.
Me ha gustado el relato, porque a veces los recuerdos pueden ser tan confusos, que te hace dudar si realmente pasó lo ocurrido o se pudo cambiar en algo. La canción de Cucurrucucú Paloma es muy antigua y muy bonita,y Rocío Durcal la interpretaba genial.
ResponderEliminarBesos Mirella.
Hace poco escuché por la radio este tema cantado por Caetano Veloso. Y ahí empezó a formarse la historia, pero no como una historia de añor, sino partiendo del nombre de Paloma.
EliminarPuse el video de Rocío Durcal, porque tiene mucha más potencia en el ritmo y quería que lo cantara una mujer. Además tiene una voz preciosa.
Gracias, Rafa, por estar.
Besos
Con cuánta amargura sostenemos el nombre de quien ya no está. Nos revolcamos, nos retorcemos. Este texto me conmueve. Un abrazo.
ResponderEliminarA veces sólo nos queda un nombre suspendido en nieblas de olvidos y jirones de recuerdos. Y a eso nos aferramos.
EliminarGracias, Darío.
Un abrazo grandote.
A mí me pareció un relato precioso pero creo que la canción no lo acompaña. Es mejor el relato.
ResponderEliminarLo que pasó con Paloma está muy difuso, pero el lector puede imaginar lo que sea porque en realidad lo que vas contando está centrado solamente en la emoción de Bea.
Creo que es de lo mejor que leí de vos hasta ahora.
Besoooooooootes
Luz, la canción canta otra cosa. Puse el video porque la idea se formó escuchando el tema.
EliminarMi intención fue precisamente soslayar los acontecimientos que tienen que ver con Paloma y poner en primer plano a su madre.
Una alegría que te hayas ido satisfecha.
Un abrazote.
Ese paisaje de atardecer lo describes con tanta claridad que lo he podido ver mientras lo leía, ha sido fantástico.
ResponderEliminarReflejas esa pena y la espera eterna de alguien que de pronto dejó de estar y que nunca se pierde la esperanza de su vuelta. Sea cual sea el motivo de su marcha.
Esta canción también estuvo en mi niñez, recuerdo haberla cantado mucho cuando pequeña...
Ha sido un relato precioso, un mucha carga emocional.
Besos Mirella :)
Ese tema creo que estuvo en la niñez de todos, es muy antiguo por lo que vi buscando en Youtube una versión que me gustara.
EliminarTenía cierto temor de que no se entendiese bien la historia, porque adrede quise dar pocos datos.
Me quedo con la satisfacción de que fue una sensación mía.
Un gusto, Nieves, tu paso por aquí.
Abrazos.
VEO QUE TIENES UNA GRAN CAPACIDAD PARA CREAR, DESDE LO SENCILLO. UFFFFF UN TEXTO MAGISTRAL!!!!!!
ResponderEliminarUN ABRAZO
Bueno ReltiH, no sé si tanto, pero hay momentos en que se me dispara la imaginación y llueven palabras. Ahora ando con un poco de sequía.
EliminarUn abrazo y gracias por el entusiasmo.
Poética narración del abanico de sensaciones que debe tener una madre que pierde a una hija.
ResponderEliminarun bsazo
Gracias, Spa, eso es lo que quise plasmar y en una forma intimista.
EliminarOtro bsazo.
el relato tiene un toque poetico muy genial. no me quedo claro que paso con su hija, pero creo que el texto amerita esta intriga que se disipa en el dolor, en el recuerdo, en la nostalgia.
ResponderEliminarexcelente mirella.
un abrazo
carlos
Carlos, no queda claro, no lo explico. Estoy tratando de que los hechos queden insinuados y pongo el foco en qué le pasa al personaje.
EliminarTe dejo un beso grande y mi agradecimiento por tu constante presencia.
al contrario amiga... es un placer leerte y aquí estaremos siempre que se pueda.
Eliminarun abrazo
carlos
Hoy recibí varios piropos, también de tu tocayo (de la Parra).
EliminarGracias.
Hermosa historia.
ResponderEliminarAlgunos recuerdos, con el tiempo se van desdibujando, en cambio otros se magnifican.
Besos
Según las circunstancias, a veces se magnifican los recuerdos gratos, en otras los dolorosos, pero todo se va diluyendo en el tiempo. Aunque creo que lo que no se borrará nunca, es la pérdida de una hija pequeña.
EliminarUn beso grande.
los recuerdos no tienen consenso. Unos se mantienen, otros permanecen día tras día
ResponderEliminarEstamos hechos de recuerdos, provienen de nuestra historia, hacemos con ellos lo que podemos: algunos los desdibujamos, otros se nos hacen carne.
EliminarSaludos, profe.
Muy bella historia y tema musical. Justamente conozco una Bea así de entañable que arde hasta que las velas no arden y vive por tu zona. La quiero entrañablemente por ser así de velera, encendida y solitaria, con el recuerdo de seres queridos que la alimentaron y se fueron a destiempo en un trágico accidente. Casualidad causal de la vida, Mire...
ResponderEliminarTe dejo el link a otra versión soberbia de este tema: Caetano Veloso Cucurrucucu Paloma ("Hable Con Ella" de Almodóvar).
Ahora salió?
Un beso y gracias!
Fer
Gracias Fer, ya estás a la vista. El tema cantado por Caetano es el que escuché y me disparó el relato. No lo puse porque quería que lo cantara una mujer, aunque la temática de la canción no tiene que ver
Eliminarcon lo que escribí. Además la voz de la Durcal tiene más polenta.
Como la que contás, debe haber tantas historias de personas que no pueden superar esas pérdidas y quedan ancladas en los recuerdos.
Que tengas una buena semana.
Besos.
Magistral tu manejo de las metáforas y ésta mirada a la mente cuando carga el lastre del pasado a cuestas.
ResponderEliminarEs mezcla de prosa y poesía.
Como la belleza de tu foto.
Me gusta mucho usar metáforas, me doy cuenta de que cada vez más tiendo a la prosa poética, menos a la trama externa y más a la interna.
EliminarGracias Carlos por la gentileza de tu comentario.
Saludos.
El vacio de la ausencia, y al mismo tiempo mantener el recuerdo vivo, con esa vela, con esa ceniza que se esparce al final...con ese nombre que le cuesta pronunciar...
ResponderEliminarDe maravilla escribes mi niña
besos
Pluv, me alegraste la mañana con eso de "niña"... jajaja.
EliminarQué bueno que te haya gustado un cuento bastante triste, del que tenía una cuantas dudas, que resultaron infundadas.
Gracias por ser una lectora asidua y afectuosa.
Abrazo.
ME ENCANTA ESTE TEXTO TAN NOSTÁLGICO, ENTRE RECUERDOS Y DESCRIPCIONES DE MOMENTOS PASADOS. SIEMPRE BRILLANTE AMIGA, TE FELICITO Y TE ADMIRO.
ResponderEliminarUN BESO ENORME, ME ALEGRA SABER DE TI.
ABRAZOS.
La nostalgia dolorosa de las pérdidas.
EliminarMe alegro Luján que vuelvas a pasearte por la blogosfera, podamos dejarte comentarios y recibir los tuyos.
Un abrazo.
Hoy recién leo tu historia. Hoy en un día triste, cuando una chica de 16 años fue raptada, violada y asesinada en nuestra ciudad. Esta historia me hizo pensar en la enorme tristeza y vacío de "currucucús" que han de sentir estas madres del dolor, como la mamá de Angela, para siempre en sus vidas. Muy conmovedor, muy actual, lamentablemente. Besitos.
ResponderEliminarSí, Patzy, la noticia de cómo apareció Ángeles fue desgarradora. Este cuento creo que lo escribí a fines de abril, porque escuché la canción, que me llevó por derroteros inesperados, que no tienen que ver con la letra.
EliminarCosas misteriosas del inconsciente colectivo.
Gracias por acercarte y un besote.