En el Día Internacional de la Mujer,
un abrazo para todas ustedes, amigas blogueras.
Y mi especial homenaje a aquellas mujeres
un abrazo para todas ustedes, amigas blogueras.
Y mi especial homenaje a aquellas mujeres
que han debido sufrir y sobrevivir guerras.
A Gavrí Akhenazi, con mucho cariño.
Porque vos lo viviste y sabés.
Su cuerpo y su cara pueden aparentar cien
años; sin embargo es el reflejo de todas las edades: la niña, la de quince, la
adulta y la anciana se arrebujan en las fibras de su carne, en los caminos de
las arrugas, en la fijeza febril de los ojos. Nadie sabe su nombre, son muchas
en una. Demasiadas. Pero basta referirse a ella con un nombre universal, María
(con sus variantes regionales), y sus múltiples procedencias: Budapest,
Polonia, algún pueblito en Sicilia, Bosnia, Angola, Bagdad o Kabul. Sus historias
se superponen y terminan formando un arquetipo: la mujer en las guerras. No la
guerrera —aunque en un sentido lo es— sino la que soportó (y soporta) las consecuencias de los
intereses del poder, ajenas a su vida, a la cotidianeidad en la que se mueve.
Guerra civil española. Huir a Francia. |
María, la que vive en la ciudad, la
abandona; María, la campesina, va a refugiarse en los bosques o en las
montañas. A veces se encuentran, pueden hablar diferentes dialectos, pero se
comprenden. Acarrean lo poco que rescataron y lo más importante: hijas,
hermanos pequeños, los abuelos.
El quehacer diario se convierte en pura
supervivencia, saber que lo urgente es el refugio y el alimento. La María
urbana aprende a conservar la carne con un resto de vinagre y cuando ya no es
suficiente porque empieza a descomponerse, raspa los gusanitos hasta que no
quede ninguno. Con una tenaza que le presta un viejo carpintero, previa esterilización
en una olla de agua hirviendo, le arranca a su hija adolescente esa muela que
le hincha la cara de dolor. Para desinfectar la herida, sólo dispone de unos
chorros de limón silvestre… Y esas
tareas consumen sus días y su cuerpo. Ahora es la jefa de la familia, la que
toma las decisiones.
La estrategia es, a veces, desplazarse,
recorrer largas distancias, bordear ciudades o puntos de conflicto que resulten
objetivos militares. Pero nunca se sabe donde bombardearán, por eso duerme
poco, vigila.
Su poder de adaptación y los recursos que
encuentra para sobrevivir y proteger, ni ella los conoce, los va descubriendo a
medida que surgen los obstáculos, ante cada nueva contingencia, con la
laboriosidad de una hormiga y el coraje de una loba. Emerge su parte salvaje,
instintiva, de preservación y amparo, tanto si es una intelectual o una
analfabeta.
Se acabó la privacidad, la higiene es
mínima. Las bombas o los misiles que llegan de sitios remotos, no son los
únicos peligros. Están las enfermedades, la locura del miedo, las heridas que
no se curan, la incertidumbre del mañana, la muerte detrás de una pared medio
desmoronada o las minas en los campos. Y una constante que se repite en todas
las guerras, santas o profanas y en todas las latitudes: el deseo feroz de los
hombres, que satisfacen en sus cuerpos.
No son únicamente los invasores, los
enemigos, a veces son los de su propio pueblo. Y arreglándose las ropas
desgarradas, María (todas las Marías), vuelve a cubrirse, sin nada más que entregar:
ya se lo han quitado todo.
Alguna abuela la ayudará a levantarse y le
susurrará, desde su profunda compasión y a modo del más descarnado consuelo,
que ellos sólo tienen miedo, un miedo tan irrefrenable, que quieren volver, de
alguna manera, al vientre materno, que necesitan otra vez estar cobijados en
ellas. Por eso lo hacen.
©
Mirella S. — 2012 —
Mujeres que huyen de Bosnia-Herzegovina |
Mujeres sirias refugiadas en Turquía |
Escapando de la violencia. Kimbumba (Congo) |
Mujeres y niños de Kosovo |
Sophia Loren en el film "Dos mujeres" |
Este texto lo escribí en noviembre del 2012, para un taller
en el que había que usar elementos autobiográficos.
Recordé escenas que me había contado mi madre
y situaciones por las que había pasado mi familia en Italia.
Todos mis abuelos/as se exiliaron y cuando volvieron ya no tenían nada y además, ellos fueron a la cárcel con trabajos forzados. Luego todos/as se dedicaron al contrabando de agujas, rodamientos, café...
ResponderEliminarLo que te quiero contar es que ellas acabaron siendo las que mandaban al hombre. Miren (María) tuvo 10 hijos vivos y Leo 4. Ellos hacían lo que decían ellas porque sabían de su espíritu de supervivencia para poder sacar la familia adelante. Ante los demás, orgullosas dejaban ver que su marido era un machote y la felicidad de ser sumisas, pues lo merecía.
El pájaro es un carbonero garrapinos.
Gracias Bix, el tuyo es el único mensaje que me quedó después de la metida de pata que hice borrando -sin darme cuenta- buena parte de los comentarios de un montón de entradas.
EliminarMe gustó que hayas contado algo de tu familia, de sus peripecias, que vivieron en silencio, como muchos.
Gracias por tu presencia.
Que hermosisima entrada Mirella.
ResponderEliminarMe quito el sombrero ante mujeres asi, luchadoras, valientes y que sabian amar
Besos
Gracias Pluv, de todos los comentarios que perdí por mis dedos torpes, los de estrada fueron los que más me dolieron, porque en ellos había mucha comprensión y acompañamiento.
EliminarPero aquí viniste vos y dejaste el tuyo y todas esas mujeres se sienten menos solas.
Abrazo grandote
Un texto que pone la piel de gallina, impresiona por su veracidad. Las mujeres, siempre luchando por sus hijos, por su familia y actualmente sigue igual, las madres del norte de Äfrica o de toda África luchan contra el invasor. Palestina, Puerto Rico y cuanto más que desconocemos. Mi felicitación y un abrazo.
ResponderEliminarmariarosa
Gracias María Rosa, en los mensajes que contesté en este post, contaba un poco el tema de mi familia y que de algún modo la guerra me tocó indirectamente.
EliminarNací en Italia y mi padre fue militar en la 2º Guerra, mi familia sí lo pasó, aunque yo nací después.
Un gusto tenerte por acá.
Abrazo.