domingo, 10 de marzo de 2013

Ansiedad

Obra de Jack Vettriano


Se agita en círculos sorteando el sofá, los sillones, la mesita con la lámpara.
Cada tanto se detiene, levanta el brazo y mira el reloj pulsera. Con la uña del índice, pintada de un color lacre reluciente, le aplica unos pequeños golpecitos, como si quisiera ayudar a las agujas en su avance. Después prosigue su recorrido circular pero en sentido inverso. Pasa frente al espejo y se acomoda el mechón lacio, impertinente. En otra pasada verifica el labial, la chalina que le envuelve el cuello.
Le surge la necesidad de un cigarrillo. Descarta la idea, no quiere arruinar su aliento a caramelo ni volver a retocarse los labios.
Se  está  demorando mucho, les  va a quedar  menos tiempo.  Es  un egoísta, lo hace  a propósito, para que la ansiedad me consuma, piensa, igual que consume a la protagonista de la novela que sigue cada noche. 
Pero el amor o eso que los une y los aleja, es banal, inconsistente, además de adictivo y despreciable. El goce está en la oscuridad de no saber, en la sensación de que nada es suficiente. 
En cuanto él llega, no hay más que hastío, la repetición de rituales. Finalmente la indiferencia. Hasta el próximo tiempo del reloj detenido y esa succionadora incertidumbre de la espera.
©  Mirella S.   — 2011 —








Las situaciones se reiteran
y dentro de cada situación
se repiten las personas
y sus secretos...

Sándor Márai

2 comentarios:

  1. Muy buena entrada. Una mujer y su espera, bien presentadas y desarrollada con las palabras justas que dan a entender la ansiedad y el hastío final.

    mariarosa

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    1. Gracias María Rosa, hice una pasadita por tu espacio, pero tengo que visitarte con más tiempo. Esa es la forma de respeto que se merece el esfuerzo que hace alguien que escribe.
      Un abrazo.

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